Credos

El Credo de los apóstoles

El Credo de los Apóstoles debe su nombre al hecho de que resume el contenido esencial de la fe apostólica; por eso ha sido correctamente llamado «la confesión de fe apostólica». Presenta el corazón de las enseñanzas de los apóstoles del Nuevo Testamento, como bien se ha dicho, «en simplicidad sublime, en brevedad insuperable, en un orden hermoso y con solemnidad litúrgica».

La suposición de que los doce apóstoles fueron autores conjuntos de este credo no tiene fundamento histórico. Llevando un marco trinitario, el Credo de los Apóstoles afirma la fe en el acto Salvador del Dios trino y se centra en la obra mediadora de Cristo.

En su forma más simple, el Credo de los Apóstoles, también llamado el «Símbolo de los Apóstoles» (symbolicum apostolicum), data de los primeros años del segundo siglo y creció por la necesidad de instruir a los catecumenados que se preparaban para el bautismo. Presenta la forma desarrollada a través de varios años en la iglesia Occidental, y probablemente no se finalizó antes del sexto siglo. El Credo de los Apóstoles era usado comúnmente como una guía para establecer los artículos fundamentales de la fe cristiana, considerados como necesarios para la salvación y como una defensa contra las diferentes herejías (especialmente los ebonitas, los marcionitas, los agnósticos y los docetistas).

En el octavo siglo, fue tomado como una confesión oficial con autoridad eclesiástica. Los reformadores incorporaron frecuentemente el Credo de los Apóstoles en su liturgia y adoración. Mas que cualquier otro credo cristiano, puede ser llamado correctamente un símbolo ecuménico de fe, pues hasta el día presente es la declaración confesional más ampliamente usada en la iglesia Occidental. Consecuentemente, se ha denominado frecuentemente como «los doce artículos de la indubitable fe cristiana católica».

El Credo de los Apóstoles

Creo en Dios Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra;
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo;
nació de María Virgen;
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado;
descendió a los infiernos.
Al tercer día resucitó de entre los muertos;
subió a los cielos y está sentado a la Diestra de Dios Padre Todopoderoso;
desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos;
Creo en el Espíritu Santo;
La santa Iglesia universal;
la comunión de los santos;
el perdón de los pecados;
la resurrección de los muertos;
y la vida eterna. Amén

El credo de Niceno

El Credo Niceno, también conocido como el Credo Nicenoconstantinopolitano o el Símblolo Niceno-Constantinopolitano (symbolum Nicaeno-Constantinopolitanum), es una declaración de la fe ortodoxa de la iglesia Cristiana en oposición a ciertas herejías, especialmente el arrianismo. Estas herejías que molestaban a la iglesia durante el cuarto y el quinto siglo se referían a la doctrina de la Trinidad y de la Persona de Cristo. Por eso el Credo Niceno proporciona una afirmación más detallada de la divinidad de Cristo y del Espíritu Santo de lo que lo hace el Credo de los Apóstoles.

Tanto las iglesias griegas (orientales) como las latinas (occidentales) sostuvieron este credo en honor, haciendo de este el único credo cristiano que puede afirmar reconocimiento universal. Sin embargo, se desarrolló una división importante: La iglesia occidental insistió en la inclusión de la frase «y el Hijo» (conocida como el «filioque») en el artículo sobre la procedencia del Espíritu Santo. Esta distinción doctrinal en última instancia se convirtió en una causa principal de división permanente en el cristianismo en 1054 en las iglesias orientales y occidentales. Hasta hoy, las iglesias orientales rechazan el «filioque» y sostienen la doctrina de «una sola procedencia», es decir, que le Espíritu Santo solo procede del Padre, mientras que la mayoría de las iglesias occidentales continúan sosteniendo la «doble procedencia», es decir, que el Espíritu Santo procede tanto del Padre como del Hijo.

El Credo Niceno como lo conocemos hoy debe ser distinguido del credo promulgado por el Concilio de Nicea en 325. Aunque las raíces del Credo Niceno se basan en este concilio, probablemente se hicieron cambios y adiciones importantes por parte del concilio de Constantinopla en 381. Nuestro Credo Niceno actual fue aceptado como una declaración definitiva en el Concilio de Calcedonia en 451, aunque la frase «filoque» no fue añadida hasta 589 en el Sinodo de Toledo. No obstante, su substancia representa una formulación majestuosa y acertada de la fe nicena.

El Credo Niceno

Creemos en un solo Dios,
Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creemos en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza que el Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajo el cielo,
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la diestra del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración,
y que habló por los profetas.
Creemos en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Reconocemos un solo Bautismo para el perdón de los pecados.
Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.

El credo de Atanasio

El Credo Atanasio (también llamado Quicunque vult según sus palabras latinas de apertura, o el Símbolo de Atanasio) es el tercer credo ampliamente usado en el cristianismo Occidental. Debe su nombre a Atanasio (293 – 373), un famoso defensor de la doctrina reformada de la Trinidad y de la Deidad de Cristo.  Aunque Atanasio no escribió este credo, el nombre persiste porque hasta el siglo diecisiete se le atribuyó a él. El Credo Atanasio data del quinto siglo y es de origen latino (occidental). No apareció en su forma completa hasta el octavo siglo. Su autor es desconocido.

El Credo Atanasio comienza y termina con declaraciones aseverando que creer en las verdades que contiene es necesario para la salvación. La mayor parte del credo consiste en dos partes, la primera presenta la doctrina ortodoxa de la Trinidad (3-28) y la segunda trata principalmente con la encarnación y la unión de las dos naturalezas de Cristo en una Persona divina (29-43). Mas explícito que el Credo Niceno y el Credo de los Apóstoles, el Credo Atanasio ha sido y sigue siendo, como bien se ha dicho, «un compendio magnífico de teología trinitaria y cristológica, y se ofrece a sí mismo como un bosquejo listo para propósitos de catequesis, manteniendo su intención original».

El Credo de Atanasio

Todo el que quiera salvarse debe, ante todo, sostener la fe católica; quien no lo guardare íntegra y pura perecerá, sin duda para siempre.

He aquí la fe católica: veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en la unidad; sin confundir las personas, sin dividir la sustancia: una es, en efecto, la persona del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen una misma divinidad, una gloria igual y una misma eterna majestad. Cual es el Padre, tal es el Hijo, tal es el Espíritu Santo; increado es el Padre, increado es el Hijo, increado el Espíritu Santo; inmenso es el Padre, inmenso es el Hijo, inmenso es el Espíritu Santo; eterno es el Padre, eterno es el Hijo, eterno es el Espíritu Santo; y sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno, ni tampoco tres increados, ni tres inmensos, sino un increado y un inmenso.

Igualmente omnipotente es el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo y, sin embargo, no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente. Dios es el Padre, Dios es el Hijo, Dios es el Espíritu Santo y, sin embargo, no son tres Dioses, sino un solo Dios.

Así el Padre es Señor, el Hijo es Señor, el Espíritu Santo es Señor y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor.

Porque así como la verdad cristiana nos obliga a confesar que cada una de las tres personas en particular es Dios y Señor, así la religión católica nos prohíbe decir que hay tres Dioses o tres Señores.

El Padre por nadie ha sido hecho; no ha sido creado, ni engendrado; el Hijo proviene únicamente del Padre, no ha sido hecho, creado, sino engendrado; El Espíritu Santo proviene del Padre y del Hijo, no ha sido hecho, ni creado, ni engendrado, sino que procedente. Hay, por consiguiente, un solo Padre no tres Padres; un solo Hijo, no tres Hijos; un solo Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos. Y en esta Trinidad nadie es antes o después, nadie es mayor o menor, sino que las tres personas son igualmente eternas y del mismo modo iguales; de suerte que e ntodo, como ya se ha dicho antes, hay que venerar la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad. El que quiera, pues, ser salvo debe creer todo esto acerca de la Trinidad.

Pero es necesario para la eterna salvación creer fielmente, también, en la Encarnación de nuestro Señor Jesucristo. He aquí la fe ortodoxa: creer y confesar que nuestro Señor Jesucristo es el Hijo de Dios, Dios y hombre. Es Dios, de la sustancia del Padre, engendrado antes de los siglos, y es hombre de la sustancia de su madre, nacido en el tiempo. Dios perfecto, hombre perfecto, de u n alma y un cuerpo humano, igual al Padre según su divinidad, inferior al Padre según su humanidad. Aun cuando se Dios y hombre, no hay, sin embargo, dos Cristos, sino un solo Cristo; uno, no porque la divinidad se haya convertido en carne, sino porque la humanidad ha sido asumida en Dios; uno absolutamente, no por una mezcla de sustancias, sino por la unidad de la persona. Porque, de la misma maneraque el alma racional y cuerpo hacen un hombre, así Dios y el hombre hacen un solo Cristo. El cual padeció por nuestra salvación, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre Omnipotente, desde allí vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos. A su venida, todos los hombres resucitarán con sus cuerpos y darán cuenta de sus propios actos; y los que obraron bien irán a la vida eterna, los que obraron mal, al fuego eterno.

Esta es la fe católica: quien no la creyere fiel y firmemente no podrá salvarse.